¿Cuántas veces has salido del armario?

Ya hemos entrado en Junio, el mes del Orgullo. Y este año, en Bellas y Bravas estamos muy emocionadas. Primero porque es nuestro primer orgullo con presencia en las redes, y segundo porque este año se cumplen 50 años de Stonewall, lo que creemos que se notará en las calles.

Con la historia de hoy, voy a contar una situación por la que seguro, muchos de vosotros os habéis sentido identificados. La famosa «salida del armario».

Muchos heterosexuales no son conscientes, de la cantidad de veces que una persona sale del armario. Piensan que del armario se sale una única vez, pero eso no es cierto. Cada vez que alguien nuevo entra en tu vida, tienes que salir del armario. ¿Y esto qué significa? Que cada vez que lo haces, te tienes que armar de valor, respirar, desear que esta persona no tenga prejuicios y contárselo.

Aunque esto suela ser así, en un momento de mi vida, tomé una decisión: «Nunca más voy a volver a salir del armario».

A lo largo de mi vida, he salido del armario tres veces. Sí, sólo tres. Cuando se lo conté a mi madre, a mi hermana y a mi mejor amiga. Probablemente las tres personas, junto con mi mujer que más amor, cariño, ternura y comprensión pueden tener hacia mí.

Mi sorpresa, y por lo que tomé la decisión de no volver a salir del armario, fue al ver su reacción. De forma individual, a cada una, les dije «Tengo pareja». Cuando me pidieron más información, aclaré: «es una mujer». Y las tres reaccionaron igual: «Quiero decir que me cuentes algo relevante. ¿Te hace feliz? ¿Cómo os conocisteis?»

En ese momento tuve una revelación. Para las personas más importantes de mi vida, que mi pareja fuera una mujer, no era relevante. No necesitaban que les avisara, que les diera detalles antes de conocerla. Les bastaba con saber que me hacía feliz.

Y entonces me di cuenta, de que «salir del armario», no es más que avisar a alguien de que «no eres normal», por si se ofende. Y es en ese momento, donde me dí cuenta de que no tenían derecho a molestarse. Que yo estoy por encima de eso. Que mi mujer está por encima de eso.

Y así fue como empecé a cambiar. Me prometí a mi misma, que no volvería a informar previamente a nadie de que mi pareja era una mujer. Actuaría, exactamente igual que el resto del mundo. Simplemente presentándola. Porque ella es mil veces mejor que cualquier persona que necesite un preaviso.

Tras esta decisión, empecé a presentarla sin avisar a nadie, y me di cuenta de que las reacciones eran de lo más natural. No había juicio, no había sorpresa. Sólo indiferencia. Y eso es lo que yo quiero en mi vida.

No quiero tolerancia, nadie tiene que tolerarme. Lo que quiero, y por lo que pienso seguir luchando, es por la indiferencia.

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